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sábado, abril 04, 2009

PARA LA NACION TENDRIA QUE HABER SIDO GOLEADA DEL ARSE

El 1-1, la igualdad, se parece a un espejismo. A algo que pasó pero, en realidad, no ocurrió. Cuando un equipo (un equipo que está en la cancha, en cuerpo y alma) genera ¡12 situaciones de gol! claras, concretas y apenas empata, las teorías se derrumban. Y cuando un conjunto (un conjunto que está en el césped apenas con el cuerpo, porque la mente la tiene en México, en la Libertadores, en el futuro) parece dormido, apagado, casi sin reacción y logra la misma unidad, pues hay que cerrar el libro de las suposiciones futboleras y resignarse a suerte y verdad. Porque Arsenal, el mismo Arsenal que hace ya cuatro partidos que no gana, el mismo Arsenal al que no le cobran penales (hubo uno claro, de Martínez a Leguizamón), debió golear. Pero los postes (un travesaño y un palo), varias fallas en la definición y algunas virtudes de Hilario Navarro frenaron el mejor impulso de un equipo que hace rato que dejó el pragmatismo por esta suerte de juego ofensivo.

San Lorenzo está confundido. Vive confundido desde hace tiempo: desde que el ciclo de Miguel Russo se cumplió de modo virtual, pero sigue siendo el DT, con un equipo vacío con confianza, vulnerado por las lesiones y con un entrenador que convive con esa suerte de plazo de vencimiento que se traslada a la Copa Libertadores. Juega aquí, ahora, con la cabeza en otra parte. Pudo -debió- recibir un cachetazo en la noche de Sarandí, aunque por esas cosas que tiene el fútbol , apenas por esa frase trillada, el Ciclón logró una unidad que no le sirve de mucho.

Lejos en el Clausura y con la convicción en el sótano, de milagros también puede vivir. San Luis, en México, no es un desafío imposible: lo que parece imposible es una suerte de reivindicación de San Lorenzo, que juega sin jugar.

Leguizamón abrió el marcador, luego de una buena acción de Jara. El propio Leguizamón envió un tiro libre al travesaño y casi se resuelve el desarrollo en apenas un puñado de minutos. Pero no lo hizo: desperdició demasiadas ocasiones. Jugó bien, por momentos hasta lo hizo lindo, pero fracasó en el área. Mientras, San Lorenzo fue un espectador, con una flojísima defensa, con un medio campo estático y con un ataque que mezcló el amor propio de Chávez y la pasividad (a esta altura, casi una costumbre) de Silvera.

Si San Lorenzo creyó en el empate, mientras jugaba en Sarandí y soñaba con la Libertadores, fue porque Papu Gómez (aplaudido por el público local), corría hacia adelante. Algo es algo. También, por las intervenciones de Navarro, una carta ( sacada de la galera , literalmente), que será esencial en ese partido-final que se jugará en México.

Un rebote le permitió a Silvera una definición con clase. Arsenal, sin embargo, siguió aferrado a sus méritos que, al final, parecieron ese espejismo. Porque el empate no puede ser verdad: San Lorenzo mereció irse goleado. Al menos, tiene una a favor el Ciclón: volvió la fortuna. Y, quién lo dice, el azar también juegue en aquella obsesión internacional que lo desvela.

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